viernes, 25 de noviembre de 2011

Los presupuestos de Cantabria aumentan. La ayuda disminuye

La tendencia está clara, comenzó en el 2010 cuando el gobierno socialista, que hasta entonces había apostado por la justicia y la solidaridad internacional, se dejó llevar por los criterios de los economistas inquilinos de la Consejería de Hacienda, y decidió sacrificar la cooperación para el desarrollo en beneficio del equilibrio presupuestario. Era lo más fácil, también era lo más vil, pero la excusa de la crisis y la urgencia de evitar el descalabro, permitía reforzar las posiciones "duras" de los pragmáticos, a los que quizás por deformación profesional, ya se sabe, todo el día haciendo sumas y restas... la solidaridad internacional siempre les dejó un regusto a inversión de tercera división, más romántica que productiva.

En consecuencia y por consejo o presión de estos gurús de la economía, se abandonó a la cooperación a su suerte y se la dejó precipitarse en caida libre, hasta el punto de que Cantabria, a día de hoy, es la comunidad de España en que más ha disminuido la ayuda oficial al Desarrollo, en concreto cerca de 3 millones de euros si comparamos 2009 con los nuevos presupuesto para el 2012.
Esta auténtica sangría comenzada en 2010 y mantenida el presente año 2011 ha supuesto, solo en este periodo, un recorte que supera el 65 %, dejando la actividad en este área literalmente en chasis.

Lo que llama la atención, es que a la vez que los presupuestos para el año 2012 aumentan a pesar de la crisis, el esfuerzo dedicado a la solidaridad con los empobrecidos disminuye notablemente, quedándose en un escaso 0,18 %, lejos del 0,3 de los mejores tiempos, y evidenciando la nula voluntad de avanzar hacia el 0,7 comprometido en el Pacto Cántabro contra la Pobreza.

Y esto es lo verdaderamente significativo. Frente a hambrunas vergonzantes, crisis crónicas de las que niegan derechos fundamentales como la salud o la educación básicas, que afectan a miles de millones de seres humanos, los políticos de Cantabria deciden que ésta no es su prioridad.

Esperemos que nuestros políticos no se atraganten con el turrón cuando, como todos los años por estas fechas, la moralina Navideña les pase por la faz en forma de imágenes dantescas, el inmenso dolor al que han decidido enfrentarse de forma tan sumamente tibia.

Como signo de buena voluntad, un consejo gratuito del equipo de redacción de este blog:

señores políticos cántabros, para evitar situaciones de riesgo en estas fechas tan señaladas, procuren retirar, si los hubiera, los espejos más cercanos al aparato receptor de televisión de la salita de estar. Se trata de evitar ver reflejado en ellos su rostro, cuando aparezcan las noticias antes mencionadas. Sería desolador que ustedes mismos comprobasen que sus facciones permanecen insensibles, que no se produde la más mínima alteración ante semejante horror. Podría desencadenarse un brutal efecto de toma de conciencia de su propia condición humana.
Es un riesgo desde todo punto inasumible. Deben evitarlo a toda costa, o terminarán directamente en una ONG.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Nuestro punto de vista

La situación actual de la cooperación para el desarrollo en Cantabria está bajo mínimos. Si el anterior gobierno del PSOE, siempre amparado en las "consecuencias nefastas de la crisis", inició un peligroso camino de dejación y renuncia de los compromisos y responsabilidades adquiridos con la firma del Pacto Cántabro contra la Pobreza, el gobierno actual del PP ha rematado la faena, y lo que es peor, nos dibuja un oscuro futuro cuya meta, con toda seguridad, será el fin de la cooperación para el desarrollo tal y como hoy la conocemos.

¿Cuales son las causas que nos han llevado a esta situación, cuando parecía que todo iba razonablemente bien?
Los componentes y colaboradores de este Blog han ido variando a lo largo del tiempo. Algunos continuamos, otros se han retirado y otros se han ido incorporado o apoyando de forma diversa. Lo curioso, es que revisando nuestras entradas, nos llama la atención que, sin pretenderlo, se evidencia un sentimiento compartido, un punto de vista común: la sensación de que esto viene de atrás, de que las cosas nunca han ido bien, ni siquiera en los tiempos de vacas gordas.

Esta sensación nos ha movido a la reflexión, y tras el análisis del corto periodo de vida de la cooperación para el desarrollo cántabra, pensamos que las causas que motivan el actual declive del sector giran principalmente en torno a dos factores:

- En primer lugar nunca existió por parte de la casta política una voluntad real, ni un compromiso ético verdadero, con la cooperación para el desarrollo. Esto, que implícitamente lo sospechábamos desde hace tiempo, se ha demostrado de forma explícita, pues a la primera de cambio, en cuanto han llegado las dificultades, con la máxima rapidez, la cooperación ha pasado a ser un elemento totalmente prescindible, sin importar las consecuencias ni los efectos desastrosos sobre los más vulnerables.

- En segundo lugar, y paradógicamente, el progresivo aumento de recursos de los cinco últimos años ha causado efectos perversos tanto en la cooperación misma, como en el tejido asociativo que la sustenta, los cuales pueden estar en la raíz de la extrema debilidad que está llevando a la cooperación para el desarrollo cántabra a la UVI.

Trataremos de apuntar con más detenimiento las principales causas internas que, a nuestro entender, han situado al movimiento asociativo vinculado a la cooperación en semejante coyuntura, ya que esto es lo que realmente nos interesa y preocupa, por si puede servir de reflexión o fomentar el siempre necesario debate dentro del sector.

De la otra parte, la de los políticos y adláteres, de sus continuas marrullerías y de su desastrosa gestión preferimos no ocuparnos en este momento.

Siguiendo el hilo del tema de esta reflexión, y como antes observábamos, si bien los buenos tiempos sirvieron para aumentar el volumen de la ayuda, la existencia de recursos públicos accesibles a las organizaciones no lucrativas ha provocado efectos indeseables, entre los que se puede destacar, la enorme dependencia de la mayoría de las organizaciones de las ayudas públicas. En estos momentos en que las administraciones pasan por dificultades financieras enormes, la situación está repercutiendo de forma directa en el día a día de las asociaciones, que no encuentran una salida clara a esta realidad para la que no estaban preparadas.

El problema tiene como punto de partida el no haber sabido preveer que la relativa abundancia de recursos públicos tenía fecha de caducidad. Esta situación generó en muchas organizaciones, una acomodación al statu quo, que les ha impedido ver con perspectiva de futuro y dotarse de una planificación estratégica que contemplase un escenario similar al actual.
Las ONGD contagiadas de la euforia general, asumían que los tiempos de bonanza nunca tendrían fin y por eso ni se plantearon un posible plan B. Primer gran error.

Las cosas iban bien, y las organizaciones de cooperación, o al menos la mayoría de ellas, dedicaron el grueso de sus energías a gestionar la ayuda, lo cual es sumamente gratificante, pues se pueden visualizar resultados de forma tangible. Como dijera Galeano, cambiar las cosas, aunque sea un poquito, es la única forma de demostrar que la realidad es transformable.

Como consecuencia se fue generando el segundo problema, y es que muchas ONGD se fueron cargado de estructura dedicada casi en exclusividad a la gestión de proyectos o dedicando casi todo su esfuerzo a esta tarea. A la vez, gradualmente, se fue descuidando la atención a su base social y desvaneciendo el carácter reivindicativo y participativo de que hicieron gala en el pasado, con la consiguiente desmovilización ciudadana. Segundo gran error.

Recordemos el camino recorrido y como la movilización ciudadana en torno al 0,7 puso las bases para que la cooperación para el desarrollo entrara de lleno en la agenda política.

Generalizando y esteriotipando, con los riesgos e inexactitudes que ello conlleva, podemos afirmar que al calor de las subvenciones crecieron y crecieron ONGD de todo tipo, algunas, sin un verdadero enraizamiento en la sociedad. Un gran número de ellas, minúsculas, se conformaron con ir sacando algo de aquí y de allá para ir haciendo pequeñas actuaciones, sin querer ni poder asumir más complicaciones. Otras, con más vitalidad, apostaron por crecer y aprovechar las oportunidades del momento, pero pocas consiguieron diversificar sus ingresos, y casi todas entraron en una carrera competitiva, en ocasiones alocada, para la captación de recursos públicos, de creación de delegaciones, o mejor, de creación de delegaciones para captar recursos aunque no se contara con una base social sólida en el territorio. Tercer gran error.

El resultado, una porción de gigantes con pies de barro, un gran número de organizaciones atomizadas tremendamente vulnerables, junto a unas pocas que mostraban una mayor viabilidad y que lograron consolidarse más equilibradamente.

Las mega ONGD, mientras tanto, siguieron su camino, apoyadas en su prestigio, sus campañas y en la independencia que los ingresos seguros de sus donantes les proporcionan, si bien, como todas las demás, experimentaron un enorme incremento de su actividad y de su estructura, que también les está pasando factura en la actualidad.

Paralelamente, algunas organizaciones, muy cercanas a partidos políticos, ante la visión del volumen del activo circulante, se aprestaron a aprovechar las ventajas de esta cercanía al poder. El resultado, además de un crecimiento antinatural y sin base social, fue la exarcerbación de la competitividad con sus afines, las miradas a los demás como puros competidores y un vaho de favoritismo que fue empañado su imagen poco a poco. Pero, bajo nuestro punto de vista, lo realmente pernicioso para el sector en Cantabria, es el trasvase de miembros de estas organizaciones, militantes de los partidos políticos, al mundo de la cooperación para el desarrollo. Este desembarco, a la larga, supuso la retirada paulatina de muchos de los tradicionales onegeros, y el consiguiente predominio en los órganos de coordinación del sector de los experimentados y bregados politiqueros. Cuarto gran error.

El resultado, a grandes rasgos, fue una primera bonanza en forma de facilidad de captación de recursos y una mejora de la interlocución y el diálogo "amigable" con las administraciones, por la cercanía al poder de los recién llegados. Pero a la vez, propició la inoculación de una carga extraordinariamente tóxica: el contagio de los modos de pensamiento, de acción y de relación interpersonal propios del mundo de la política en el espacio de la cooperación para el desarrollo. Estos nuevos elementos, se mostraron como un auténtico revulsivo que propició el incremento de los conflictos internos, la desmovilización, la desafección y en algunos casos la renuncia de quienes no se sintieron a gusto con el nuevo clima de trabajo.

Todos estos elementos nos sitúan en el escenario actual, en el que el abandono a su suerte de la cooperación para el desarrollo por parte de las administraciones, coge con el paso cambiado a las ONGD. Envueltas en dificultades económicas, con su base social y su capacidad de movilización mermadas, con los medios de comunicación totalmente refractarios a las campañas, notas de prensa y demás iniciativas de comunicación tradicional, no ven otra salida que la resignación o el pataleo, y éste ultimo con cuidado, a la chita callando, no vaya a ser que con la que está cayendo la sociedad no entienda sus reivindicaciones o se enfaden los políticos y todavía sea peor.

¿Cómo se puede afrontar el futuro para evitar el drama que supondría para las comunidades con las que se colabora, la desaparición de las acciones que ejecutan las ONGD en lugares donde nuca llegará la cooperación institucional, o para impedir el colosal desastre que a nuestro jucio supondría que el mundo de la política sea el único gestor de la ayuda?

Lo sensato es suponer que son una multiplicidad de factores los que sería necesario poner en marcha para lograr remontar este profundo bache con alguna posibilidad de éxito.

En primer lugar seguramente sería provechosa una profunda reflexión dentro del sector, que a día de hoy no se ha producido, para tomar conciencia de la realidad y estudiar posibles alternativas.

Como sugerencia y aporte, nos parece imprescindible redefinir las estrategias seguidas hasta el día de hoy. Por ejemplo, debemos tomar conciencia de la importancia capital de cuidar la base social de nuestras organizaciones. La base social es lo que nos da legitimidad y es la savia que puede mantener vivo el tejido asociativo en estos momentos y cara al futuro. Sin el cuidado y la promoción de nuestros voluntarios, socios y simpatizantes la supervivencia de las organizaciones es muy incierta, y más cuando los recursos públicos se volatilizan. Ésta es por tanto una tarea prioritaria.

La incidencia política y las tareas de sensibilización y educación para el desarrollo son otro eje ineludible para la reactivación y vigorización de la cooperación para el desarrollo.

Por una parte, es esencial potenciar el trabajo de comunicación de nuestros objetivos, de nuestras poderosas razones, de nuestras propuestas por un mundo mejor y la denuncia de la situación de extrema pobreza e injusticia en que vive una parte significativa de la humanidad. Nuestro mensaje y nuestras razones siempre han sido bien recibidas y comprendidas por la población. Las encuestas nos hablan del alto grado de confianza de que gozan las ONGD en la sociedad. Es un trabajo a largo plazo, arduo, en ocasiones altruista y sin un reconocimiento o una compensación inmediata, pero estrictamente necesario para contar con el respaldo de la ciudadanía.

Por otra parte, debemos tener claro que los políticos no van a mover un dedo si no sienten la reivindicación y la presión ciudadana. Por esta razón, debemos reactivar a nuestras bases, apostar por la presencia social y tomarnos en serio la puesta en marcha de estrategias de movilización y presión eficaces. La incidencia política debe ser ser una de las claves de nuestra planificación.

Probablemente sean necesarias otras medidas para adaptarnos a los nuevos tiempos. El sector debe redimensionarse, la captación de fondos debe redefinirse, las herramientas de comunicación han de ser más eficientes, etc. pero nos gustaría terminar este extenso análisis poniendo el acento en la necesidad de inclusión, de contar con todos/as. Nadie es prescindible, cada cual aporta su energía a la consecución del objetivo común y debe interiorizar la necesidad de aceptar al otro y entenderse con él, por muy distintas que sean sus concepciones o personalidades. Esto no pretende ser palabrería vana. Debe tomarse muy en serio. Entendemos que es uno de los requisitos fundamentales para que el trabajo en equipo de sus frutos. Y debemos ser un equipo fuerte si queremos ser escuchados. Merece la pena hacer este esfuerzo, es mucho lo que nos jugamos.